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Se empieza por coeducar

Carmen Heredero de Pedro

Consejera del Consejo Escolar del Estado. FECCOO

La coeducación se ha hecho norma en nuestro país. Lo que era (y es) una práctica educativa desarrollada en determinadas ocasiones -cuando una comunidad educativa, especialmente su profesorado, está sensibilizado a favor de la igualdad entre los sexos-, ahora se generalizará. Por fin, la Ley Orgánica de Educación recoge este modelo educativo entre sus principios (art. 1, letra l) y su disposición adicional décimo quinta obliga a aplicar el principio de coeducación a todos los centros sostenidos parcial o totalmente con fondos públicos.

¿Por qué es necesaria la coeducación?

Es necesario coeducar porque necesitamos combatir desde todos los ámbitos -y el de la educación es uno fundamental- contra la discriminación de las mujeres, que aún existe en nuestra sociedad, porque aún persiste una división del trabajo en función del sexo que les impone a ellas las tareas domésticas y de cuidado, lo que supone obstáculos para su propio desarrollo personal, profesional y social, mientras que los varones pueden dedicarse a la esfera pública, libres de trabas.

Hemos avanzado mucho en los últimos años y ya nos encontramos con porcentajes muy similares de hombres y mujeres, salvo excepciones, en las instituciones políticas o en la participación ciudadana, gracias, por otra parte, a la existencia de leyes, como la de Igualdad, del año 2007, que obliga a la presencia equilibrada de los sexos en las listas electorales o en los gobiernos. No obstante, no podemos dejar de considerar que, en la mayor parte de los casos, este incremento de la participación femenina en el ámbito público supone una doble o triple jornada de trabajo para las mujeres.

El espacio que más impenetrable al acceso de las mujeres se nos presenta es el económico, tanto en su vertiente laboral como en la de la dirección de las empresas. Solo un gráfico, a modo de ejemplo: Si consideramos (ver gráfico) el total de la población madrileña de 16 o más años (datos similares a los de España), hay una diferencia de 10 puntos porcentuales entre la tasa de ocupación de los hombres y la de las mujeres, desfavorable para las mujeres. Hasta los 24 años, las tasas por género son similares, pero vuelve a incrementarse la diferencia a partir de los 25 años, debido a que la maternidad y la escasez de recursos sociales para atender a la infancia, en muchos casos, envía a las mujeres de nuevo al hogar.

De ahí que el dato más significativo, que resume el conjunto de las relaciones laborales, el de los salarios, nos dé un resultado desfavorable a las mujeres: la brecha salarial en la Comunidad de Madrid en el año 2020 fue del 21,6%. Es decir, una trabajadora madrileña tuvo un salario medio que era un 78,4% del que ganó de media un trabajador madrileño, según un informe de CCOO de Madrid.

A pesar de que el feminismo ha ganado presencia, credibilidad y arraigo social, aún perviven en nuestra sociedad mentalidades ancladas en el pasado con respecto a las relaciones entre hombres y mujeres, quienes siguen considerando a las mujeres ciudadanas de segunda categoría, al servicio de los varones, quienes piensan que unas y otros debemos ser educados de manera diferente, para tareas diferentes. Y un aspecto fundamental de la discriminación femenina es la violencia machista: 1190 mujeres víctimas mortales en España desde 2003 hasta hoy (124 en la Comunidad de Madrid), más de un millón de llamadas pertinentes al 016, un servicio esencial para la atención o el asesoramiento de las víctimas de violencia de género. Más todo lo que no se registra.

¿Qué significa coeducar?

La coeducación es un modelo educativo que pretende una sociedad diferente, que no discrimine a las mujeres ni a ninguna otra persona por razón de su género, que se enmarca en un modelo de sociedad más justa, más igualitaria y con mayor libertad para todas las personas. Pretende, por tanto, la eliminación de la opresión de género en todos los aspectos, económico, político, cultural… Y ello mediante una educación integral, que rechace los estereotipos de género y cuyo objetivo sea la formación de personas, independientemente de su sexo, promoviendo en chicas y chicos los valores positivos que las mujeres y los hombres han desarrollado en toda la experiencia histórica.

El modelo coeducativo enlaza con la defensa de una educación inclusiva, que es consciente de la diversidad de personas que hay en la sociedad y en las aulas, que huye de imposiciones y que entiende que el sistema educativo tiene que adecuarse al modo en que cada alumno y alumna, de modo particular, progresa, ayudando a que se desarrolle, desde el respeto a su identidad, o sus identidades interseccionales, y no al contrario.

Es, por tanto, la práctica de una pedagogía positiva para las mujeres, para quienes manifiestan una opción sexual o una identidad de género no normativas, aspectos con que el patriarcado también discrimina a las personas, y, en general, también para los varones.

¿Es que el sistema educativo no coeduca?

El análisis de los diferentes aspectos del sistema educativo nos lleva a considerar que este, a pesar de que ejerce una cierta función transformadora, cumple bien con su función reproductora de la sociedad y, especialmente, reproduce una característica de esta, la desigualdad entre los sexos: la institución educativa, a pesar de haber incorporado características democráticas, es una institución jerarquizada, donde determinados actores sociales gozan de una autoridad legitimada por la propia institución. Es, fundamentalmente, una institución mantenedora de estereotipos de género, de androcentrismo y de desigualdad, siendo minoritarios los elementos favorecedores de la igualdad entre los sexos.

A pesar de los mejores resultados académicos de las chicas -si atendemos a las tasas de idoneidad más elevadas, a sus mejores notas, al mayor nivel de formación de la población femenina…-, las mujeres siguen realizando estudios superiores estereotipados, que les conducirán a empleos peor remunerados y de menor prestigio social. Así vemos que, en Ingeniería y Arquitectura, las mujeres no llegan a ser el 30% de estudiantes (ver gráfico) o que, en los ciclos formativos de grado medio, las mujeres siguen ocupando mayoritariamente las ramas de Imagen Personal, Servicios Socioculturales y a la Comunidad o Textil, Confección y Piel, que posibilitan su dedicación a las tareas femeninas de siempre. La escasez de chicas en los estudios llamados STEAM (siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte, Matemática) es una realidad insostenible para el avance de la igualdad y para el propio desarrollo de estas materias.

Algo tiene que ver en ello la insuficiente labor coeducativa de la escuela y la sociedad, especialmente la ausencia en los currículos de referentes femeninos en las diversas ramas del saber, la invisibilidad femenina en los libros de texto, el mantenimiento por parte de las personas adultas de actitudes y comportamientos mantenedores de estereotipos de género, el llamado currículum oculto con que el profesorado, inconscientemente, trasmite la desigualdad entre los sexos… y, por supuesto, la inexistencia, en la mayoría de los casos, de una planificación consciente y expresa, de una pedagogía feminista que oriente el modelo educativo.

¿Quién debe coeducar?

El título de este artículo “Se empieza por coeducar” intenta ser una respuesta a esta pregunta: somos educados desde que nacemos, incluso antes, pues los padres y madres ya van gestionando sus deseos y esperanzas para la nueva criatura antes de que esta vea el mundo. Por eso, quien primero puede coeducar es la familia.

Los medios de comunicación, los poderes públicos, la sociedad en su conjunto, pueden trasmitir, con su discurso y con sus actuaciones, igualdad o diferencia entre los sexos. Hoy día, excepto algunas ideas y expresiones de la extrema derecha, asistimos a unos discursos igualitarios, en general, dada la potencia que el feminismo ha adquirido y el consenso social a favor de la igualdad. Ahora bien, en la mayor parte de los casos, esos discursos no se corresponden con unas prácticas similares y abunda, como antes hemos dejado reflejado, las desigualdades y la discriminación de las mujeres, desautorizando los mensajes verbales, de ahí que cambiar esa realidad sea primordial en la tarea coeducativa.

Por supuesto, la Escuela es la principal institución social a quien se encomienda la coeducación. Por eso necesitamos una formación del profesorado que le haga reflexionar y modificar su propio estar, evitando el sexismo en su vida cotidiana y ayudándole con herramientas y apoyos a realizar una buena práctica coeducativa. Porque la coeducación feminista tiene mucho de sensibilización, de cuestionamiento propio de las personas y de sus relaciones con los y las demás.

¿En qué consiste la coeducación?

En primer lugar, se trata de desarrollar una educación que cuestione los mandatos de la masculinidad hegemónica y todo lo que ello conlleva: el androcentrismo, los valores asociados a la competitividad y la agresividad, a la ocultación de los sentimientos… Frente a ello, debemos trabajar sobre las emociones, los placeres, las sexualidades y los vínculos afectivos, sobre los buenos tratos. Una educación en masculinidades no hegemónicas desde la creencia en que el machismo también victimiza, silencia y oprime a los varones.

En el ámbito familiar, es necesario fomentar los mismos valores en hijos e hijas, el mismo reparto de tareas domésticas, igual cumplimiento de las normas, trasmitir la importancia de los cuidados propios y hacia las demás personas, tanto para los chicos como para las chicas… Y en la escuela, una escuela mixta que fomente una misma educación, entendiendo que unos y otras están capacitados para hacer lo que deseen, sin limitaciones sociales debidas a su sexo, que tanto los espacios públicos como los privados deben ser ocupados sin restricciones sexistas, dando valor a las actividades domésticas y de cuidados, porque realmente son importantes para la vida de las personas.

Visibilización de las mujeres en los libros de texto y en los currículos. Hay que desterrar esos currículos androcéntricos, que nos muestran la vida desde la unilateral y parcial mirada del mundo de los hombres, pretendiendo que esta sea totalizadora. Y hay que incorporar la presencia y la voz de las mujeres y de sus aportaciones, para rescatarlas como referentes en todo tipo de actividades y saberes para chicas y chicos y para reflejar el mundo real, en su pluralidad de perspectivas. No hacerlo así es, además de acientífico, injusto para con las mujeres del pasado y con las del futuro.

Modificar el lenguaje al servicio de la discriminación femenina, que obvia la referencia al femenino, que solo utiliza a la mujer como objeto, que contiene multitud de expresiones que esconden o menosprecian a las mujeres, por un lenguaje inclusivo, que recoja el femenino y que evite los términos, los fragmentos literarios, los contenidos… sexistas, a no ser, como ejemplo con el que denunciar su sexismo.

Urge una educación sexual integral, adaptada al nivel madurativo del alumnado, como un elemento fundamental de la salud y el bienestar de las personas. Lo que implica el conocimiento del propio cuerpo, respetando la diversidad de cuerpos, la comprensión de la sexualidad como algo positivo, como valor, como placer, el conocimiento de las diferentes experiencias humanas, la existencia de una diversidad de opciones sexuales, la aceptación de la propia sexualidad, el conocimiento de habilidades para una sexualidad satisfactoria, la importancia del respeto al otro, a la otra… en las interacciones sexuales, el cuestionamiento de la heterosexualidad obligatoria. Y, por supuesto, frente a la consideración de la pasividad femenina en una relación sexual, proclamar la capacidad de agencia femenina.

También debe educarse en los peligros asociados al hecho sexual y contra el acoso y la violencia sexual. Chicas y chicos deben ser conscientes de la existencia de violencia machista y de que este es uno de los grandes problemas que sufren muchas mujeres. Tenemos que educarles en el rechazo a cualquier conducta abusiva, que no cuente con la aceptación de quienes participan de una relación sexual.

Podemos coeducar

La nueva legislación educativa, con la LOMLOE y las leyes recién aprobadas sobre libertades sexuales, reforma de la ley de salud sexual y reproductiva o la ley trans nos dan oportunidades para generalizar la coeducación: se establece la necesidad de una orientación académica y profesional con perspectiva de género, el fomento del acceso de las chicas al ámbito de las STEAM y de todas las ramas de FP, se recogen medidas a favor de la igualdad en todas las etapas y aspectos de la realidad educativa, se rechaza la educación diferenciada y segregada, reforzando la escuela mixta, se incluye en los currículos la educación afectivo-sexual y se plantea que el profesorado debe estar formado en materia de igualdad.

Ahora está en nuestras manos. Tanto su práctica en nuestro ámbito de actuación, como la exigencia de su cumplimiento a las administraciones educativas.

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